Lo realmente preocupante nunca está a la vista

Hace dos días leímos en clase un fragmento de La metamorfosis. El texto comienza de una manera bastante rara porque el protagonista despertando convertido en una cucaracha. Lo más llamativo del texto es que al principio, se sorprende, pero al poco tiempo, recuerda que está en su habitación y que es posible que si que sea una cucaracha.

Luego recapacita de su situación actual, mira el reloj y, tras ver que llega tarde al trabajo, se olvida completamente de su estado y su preocupación principal pasa a ser la casi segura futura bronca de su jefe.

Es un texto que me ha resultado muy curioso de leer y que, además, me ha dejado cierta incertidumbre, ya que el fragmento termina con el protagonista yéndose a trabajar con esa preocupación tan grande. Por otro lado, he visto que es bastante denso y lento de leer porque el personaje está constantemente planteando reflexiones y posibles situaciones que acontecerá en su vida según su situación. No es un libro que me encantaría leer porque este tipo de textos tan existenciales me aburren bastante pero si que encuentro cosas llamativas que no encuentro en otros libros del mismo género.




Añadido: a continuación, voy a escribir mi breve relato que la profesora nos encargó y que debía empezar por: "cuando me desperté".


Cuando me desperté, un escalofrío me atravesó el cuerpo acompañado de una sensación de terror y desconcierto que voló por los aires el ligero sopor que sentía.

Me encontraba en una habitación a oscuras casi por completo a excepción de unos tímidos rayos de luz que procedían de una diminuta ventana. Notaba una presión en el pecho que me impedía respirar bien además de que había una extraña bruma que cubría la habitación. De repente, las luces se encendieron y, por una puerta que no me había dado tiempo a ver, entraron mis padres y mi hermana con una expresión que nunca antes les había visto. Ellos, sin embargo, no parecían verme.

Intenté acercarme a ellos pero me topé con un muro invisible. Mi hermana comenzó a llorar. A ella, se le sumó mi madre, y mi padre, con una mueca extrañísima para contenerse las lágrimas, las envolvió en uno de sus calurosos abrazos. Al poco tiempo, mi hermana se acercó y depositó un ramo de flores justo al otro lado de la pared e inmediatamente después, se marcharon.

Pasaron horas, muchas horas, puede que incluso días o semanas hasta que recibí otra visita. Esta vez, de alguien desconocido para mí. Vestía un vestido negro al que se le sumaba un manto, negro también, que le cubría parte de la cabeza. A pesar de eso, conseguí ver parte de su rostro. Era una mujer con la tez blanca como el nácar y llevaba los labios pintados de un rojo fortísimo. Tenía unos ojos tan claros que infundían una mezcla de miedo y misterio. Por último, portaba con ella un farolillo en el que había un fuego fatuo que trataba de mantener alejado. Dio unos cuantos pasos y se sentó delante de mí. Lo primero que me dijo fue: "Hola, tengo una oferta para ti. Firma aquí, -señalando un papel dorado- o quédate en esta habitación por el resto de tu vida. Si firmas, irás a un lugar maravilloso en el que vivirás sin preocupaciones y, además, ayudarás a una mujer como yo a mantener su farolillo encendido.".

Tardé un rato en articular palabra pero mis ganas de salir de la habitación eran tan fuertes que, aún con una gran desconfianza, elegí firmar. Además, la oferta me parecía atractiva. Empecé a escribir mi nombre y la mujer, con cierto ansia, recogió el papel. Me tendió la mano y, por primera vez en muchísimo tiempo, pude atravesar esa pared. Seguía cogido de su mano cuando noté una gran presión en el pecho que me empezaba a ahogar pero, cuando notaba que el último resquicio de oxígeno se me escapaba entre los labios, vi una luz tremendamente molesta. Estaba bastante aturdido. Cuando al fin logré volver en mí mismo, desperté entre los brazos y las lágrimas de una madre que ya me daba por muerto.

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